Por @Joaquin_Pereira
Sabía que entre las
pruebas que me deparaba el camino iba a conseguirme con una especie de demonio
con el que debía batallar. El martes 8 de octubre de 2013 lo identifique en un
peregrino sueco medio loco que encendió las luces del cuarto común porque no
encontraba sus cholas.
Algo me decía que yo
podía decidir si quería podía enfrentar esta batalla o alejarme, y eso fue lo
que hice: cada vez que veía al peregrino sueco lo evitaba y así despejé esa
energía oscura que presentía. Estaba convencido que tomé la mejor decisión pero
también sabía que el demonio se presentaría con otra forma y en esa oportunidad
no debería rehuir la batalla.
Este fue el día en que
sentí más cansancio de mi primera semana en el camino de Santiago: tomo nota
para aligerar el morral. Para evitar las horas más intensas de sol hay
aprovechar las primeras horas del día para ganar kilómetros.
Para compensar el
esfuerzo en un tramo del camino me topé con decenas de ovejas. Estar en medio
de ellas es una experiencia alucinante, como estar en medio de una película. A
lo largo del día pude tomar café y coca cola, además de comer un mofin, dos
naranjas y un pastel de chorizo.
Estaba cojeando del
pie derecho. Una señora lo notó y me dio ánimo, se llama Pilar, es española y
vive en Francia. Asocio su encuentro como el apoyo de la Virgen María en su
advocación del Pilar.
Me contó que tenía un
hermano periodista como yo. Ha hecho varias rutas del camino de Santiago desde
Francia: dice que en una de ellas hay piedras volcánicas en torno al camino, colocadas
por humanos (?) de la antigüedad; en ese tramo hay una iglesia con mantas y
comida y siempre suena una campana para darle ánimo a los peregrinos; de este
albergue conserva el único sello en relieve que otorgan en el camino
Pilar me dio una dato
que no conocía: en otoño la temperatura va descendiendo salvo unos días que se
conocen como el veranillo de san Miguel o de san Martín. El clima se siente
cálido hasta el día de la virgen del Pilar, a partir del cual inicia el descenso
definitivo de las temperaturas hasta el invierno.
En el albergue de Bercianos
se paga con un donativo. Se puede dejar ropa a otros peregrinos: cosa que hice
para aligerar el equipaje.
Hicimos una paella
comunitaria y nos presentamos en la cena: todos se asombraron al saber que yo
venía de Venezuela. Pude conversar con peregrinos que hacen el camino en
bicicleta y me dieron algunas claves para ajustarme el morral y hacer que se
sienta más cómodo.
Al momento del
atardecer fuimos a una colina cercana donde hay restos de un templo y allí
rezamos una oración a san Francisco en varios idiomas. Fue una experiencia que
me hizo sentir por un momento que estaba en la edad media, cuando Francisco
dejó todas sus riquezas y realizó el mismo trayecto que yo estaba haciendo.
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