sábado, 27 de septiembre de 2014

Día 7 - Terradillos de los templarios a Bercianos del Real Camino – 24 Km.




Sabía que entre las pruebas que me deparaba el camino iba a conseguirme con una especie de demonio con el que debía batallar. El martes 8 de octubre de 2013 lo identifique en un peregrino sueco medio loco que encendió las luces del cuarto común porque no encontraba sus cholas.
Algo me decía que yo podía decidir si quería podía enfrentar esta batalla o alejarme, y eso fue lo que hice: cada vez que veía al peregrino sueco lo evitaba y así despejé esa energía oscura que presentía. Estaba convencido que tomé la mejor decisión pero también sabía que el demonio se presentaría con otra forma y en esa oportunidad no debería rehuir la batalla.  
Este fue el día en que sentí más cansancio de mi primera semana en el camino de Santiago: tomo nota para aligerar el morral. Para evitar las horas más intensas de sol hay aprovechar las primeras horas del día para ganar kilómetros.
Para compensar el esfuerzo en un tramo del camino me topé con decenas de ovejas. Estar en medio de ellas es una experiencia alucinante, como estar en medio de una película. A lo largo del día pude tomar café y coca cola, además de comer un mofin, dos naranjas y un pastel de chorizo.
Estaba cojeando del pie derecho. Una señora lo notó y me dio ánimo, se llama Pilar, es española y vive en Francia. Asocio su encuentro como el apoyo de la Virgen María en su advocación del Pilar.
Me contó que tenía un hermano periodista como yo. Ha hecho varias rutas del camino de Santiago desde Francia: dice que en una de ellas hay piedras volcánicas en torno al camino, colocadas por humanos (?) de la antigüedad; en ese tramo hay una iglesia con mantas y comida y siempre suena una campana para darle ánimo a los peregrinos; de este albergue conserva el único sello en relieve que otorgan en el camino
Pilar me dio una dato que no conocía: en otoño la temperatura va descendiendo salvo unos días que se conocen como el veranillo de san Miguel o de san Martín. El clima se siente cálido hasta el día de la virgen del Pilar, a partir del cual inicia el descenso definitivo de las temperaturas hasta el invierno.
En el albergue de Bercianos se paga con un donativo. Se puede dejar ropa a otros peregrinos: cosa que hice para aligerar el equipaje.
Hicimos una paella comunitaria y nos presentamos en la cena: todos se asombraron al saber que yo venía de Venezuela. Pude conversar con peregrinos que hacen el camino en bicicleta y me dieron algunas claves para ajustarme el morral y hacer que se sienta más cómodo.
Al momento del atardecer fuimos a una colina cercana donde hay restos de un templo y allí rezamos una oración a san Francisco en varios idiomas. Fue una experiencia que me hizo sentir por un momento que estaba en la edad media, cuando Francisco dejó todas sus riquezas y realizó el mismo trayecto que yo estaba haciendo.



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