martes, 30 de septiembre de 2014

Día 10 - Día de descanso en León.




Para poder estar un día más en el albergue tuve que volverme a registrar y pagar otros 10 euros. Me cambié al piso 3. 
El viernes 11 de octubre de 2013 amaneció con mucha lluvia en León: la molestia del pie me libró de la tempestad. El adagio de no hay mal que por bien no venga se cumplió en este caso.
Cuando salí a desayunar vi en el telediario un suceso lamentable: consiguieron muerta a la piloto de fórmula María de Villota en un hotel de Sevilla. Reconozco que estas noticias me generan angustia al recordarme que el tránsito por el camino de la vida tiene un tiempo acotado.
Agarré ánimo con un café fuerte y luego regresé al albergue a lavar mi ropa: fui con Cristian y Juan Carlos.
Luego voy a dar una vuelta por León. Cuando paso por la catedral recuerdo dos datos que nos dio una guía el día anterior: la catedral de León duró 50 años en construirse y 200 años en ponerle los vitrales; hay cuatro catedrales góticas en España, en Toledo, Burgos, León y Santiago.
En un mercado de libros al aire libre compré un texto sobre los templarios de la colección de Iker Jiménez. También fui a una venta de suvenires y compré un búho vestido de peregrino para mi hermana Melina.
Aproveché el WiFi libre de los locales de la llamada Calle Ancha –la Gran Vía de León- para ponerme al día con el feed back a los talleristas de mi taller de escritura creativa. Mientras lo hacía un hombre me pidió para comer: me recordó lo afortunado que era por estar haciendo el camino de Santiago mientras muchos batallan para llevarse un bocado de comida a la boca.
En la noche fui a un abasto con Juan Carlos para apertrecharme de viandas para el día siguiente y luego fuimos junto a Cristofer a tomar cerveza y ver fútbol.
Cada día trae su dosis de muerte y de vida, está en nosotros como equilibrar esas fuerzas para seguir caminando.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Día 9 - Mansilla de las mulas a León– 18 Km.




Definitivamente utilizar el bastón de un solo lado comprometió mi pierna derecha. El jueves 10 de octubre de 2013 llegué a la ciudad de León con la rodilla y el tendón derechos muy adoloridos y además con una ampolla en el pie.
León es la ciudad más grande entre Burgos y Santiago. Decido entonces tomar un día para descansar y retomar la caminata para el sábado. Así aprovecho y conozco el lugar con más gusto y tiempo.
Me costó hallar el albergue pues el municipal ya estaba al tope. Después de dar muchas vueltas logré encontrar el centro San Francisco de Asís, utilizado principalmente durante el año para hospedar a jóvenes futbolistas, además de a los peregrinos del camino.
El posadero que me recibió le llamó la atención la cruz que había comprado en las ruinas de san Antón: “Es la cruz de san Francisco”, me dijo.
Me tocó la habitación 407 por 10 euros. Y adivinen quién llegó al cuarto, pues Juan Carlos, el peregrino de Madrid que había dejado atrás días antes. Lo acompañaba Crístofer, un peregrino inglés que estaba perfeccionando su español para luego de hacer el camino visitar Guatemala.
Luego de bañarme y ordenar mis cosas en la habitación fui a una farmacia a comprar crema para el dolor de pie y bandas especiales para las ampollas. Después pude devorar una hamburguesa en Burguer King.
Antes del anochecer fui a visitar la catedral de León y hasta subí en un tour para ver sus vitrales de cerca, con sus tres etapas de formación: gótica, gótica florida y renacimiento.
Después fui a dos museos. En uno de ellos vi un sarcófago egipcio. El encargado del museo me explicó el origen de varios objetos de la muestra: provenían Etiopía donde posiblemente se conserve el arca de la alianza, llevada allí por el hijo del rey Salomón con la reina de Saba.
De regreso al albergue me topé con Juan Carlos y otra peregrina y nos fuimos de tapas y cervezas. En la noche volvimos a salir, esta vez con Crístofer, a ver fútbol y tomar cerveza.
Aprendizaje del día: El dolor te libera de “lo que hay que hacer” pues debes prestarle atención a lo que te hace único.



domingo, 28 de septiembre de 2014

Día 8: Bercianos del Real Camino a Mansilla de las mulas–26.5 Km.




En el albergue de Bercianos nos levantaron con música y nos brindaron el desayuno. Fue su manera de avisarnos que la jornada no iba a estar fácil. Era el miércoles 9 de octubre de 2013.
Y efectivamente fue le día en que he estado más agotado. El trayecto contaba con pocos sitios para descansar y el sol estaba muy fuerte.
En Reliegos tomé una “caña” – cerveza servida en baso desde un sifón- y me regalaron aceitunas. En el Burgo Ravero comí pan con tortilla de chorizo.
Me conseguí a un borracho tirado en una zanja y lo ayudé a incorporarse. ¿Cuántas veces hemos estado tirados emocionalmente o económicamente en una zanja? Siempre es bueno contar con una mano amiga que nos levante y nos vuelva a colocar en el camino.
Decidí quedarme en el albergue privado El Jardín que incluía cena y desayuno por 20 euros. Un peregrino alemán tocó la armónica y la guitarra: la música siempre nos rescata de la rutina y nos hace descansar.



sábado, 27 de septiembre de 2014

Día 7 - Terradillos de los templarios a Bercianos del Real Camino – 24 Km.




Sabía que entre las pruebas que me deparaba el camino iba a conseguirme con una especie de demonio con el que debía batallar. El martes 8 de octubre de 2013 lo identifique en un peregrino sueco medio loco que encendió las luces del cuarto común porque no encontraba sus cholas.
Algo me decía que yo podía decidir si quería podía enfrentar esta batalla o alejarme, y eso fue lo que hice: cada vez que veía al peregrino sueco lo evitaba y así despejé esa energía oscura que presentía. Estaba convencido que tomé la mejor decisión pero también sabía que el demonio se presentaría con otra forma y en esa oportunidad no debería rehuir la batalla.  
Este fue el día en que sentí más cansancio de mi primera semana en el camino de Santiago: tomo nota para aligerar el morral. Para evitar las horas más intensas de sol hay aprovechar las primeras horas del día para ganar kilómetros.
Para compensar el esfuerzo en un tramo del camino me topé con decenas de ovejas. Estar en medio de ellas es una experiencia alucinante, como estar en medio de una película. A lo largo del día pude tomar café y coca cola, además de comer un mofin, dos naranjas y un pastel de chorizo.
Estaba cojeando del pie derecho. Una señora lo notó y me dio ánimo, se llama Pilar, es española y vive en Francia. Asocio su encuentro como el apoyo de la Virgen María en su advocación del Pilar.
Me contó que tenía un hermano periodista como yo. Ha hecho varias rutas del camino de Santiago desde Francia: dice que en una de ellas hay piedras volcánicas en torno al camino, colocadas por humanos (?) de la antigüedad; en ese tramo hay una iglesia con mantas y comida y siempre suena una campana para darle ánimo a los peregrinos; de este albergue conserva el único sello en relieve que otorgan en el camino
Pilar me dio una dato que no conocía: en otoño la temperatura va descendiendo salvo unos días que se conocen como el veranillo de san Miguel o de san Martín. El clima se siente cálido hasta el día de la virgen del Pilar, a partir del cual inicia el descenso definitivo de las temperaturas hasta el invierno.
En el albergue de Bercianos se paga con un donativo. Se puede dejar ropa a otros peregrinos: cosa que hice para aligerar el equipaje.
Hicimos una paella comunitaria y nos presentamos en la cena: todos se asombraron al saber que yo venía de Venezuela. Pude conversar con peregrinos que hacen el camino en bicicleta y me dieron algunas claves para ajustarme el morral y hacer que se sienta más cómodo.
Al momento del atardecer fuimos a una colina cercana donde hay restos de un templo y allí rezamos una oración a san Francisco en varios idiomas. Fue una experiencia que me hizo sentir por un momento que estaba en la edad media, cuando Francisco dejó todas sus riquezas y realizó el mismo trayecto que yo estaba haciendo.



viernes, 26 de septiembre de 2014

Día 6 - Carrión de los Condes a Terradillos de los templarios – 27 Km.




Pude disfrutar de la Vía Láctea en todo su esplendor en la madruga del lunes 7 de octubre de 2013. Tuve que cargar con ropa mojada pues no se había secado de la noche anterior. Aproveché el intenso sol para secarla al colocarla sobre mi morral.
La primera recta de la caminata fue muy fuerte por el calor y lo largo del trayecto. Me insolé las piernas por usar pantalones cortos. 
Se me acabó pila de Ipod por lo que sólo me acompañaron mis pensamientos durante el camino: lo bueno es que me encanta estar conmigo mismo en soledad. Los peregrinos estaban también cada uno en su mundo: pendientes de ver quién llega primero a la próxima posada.
Después de la carretera “infernal” me consigo con un pueblo que yo llamo “de los pájaros” porque cada casa tiene muchos: Calzadilla de la Cueza. Fue la recompensa alada y musical para una jornada dura y difícil.
En una de mis paradas para comer y reponer fuerza vi un noticiero de televisión y me impresioné de las novedades del mundo frío del que me he alejado un rato mientras hago el camino de Santiago: 50 muertos en protesta en Egipto; rescatan cadáveres de naufragio en Italia; niño de 16 años mata a su madre; mujer mata a su esposo por droga.
Cuando llego al albergue templario Jaques de Molay me recibe María, una joven alegre y amable con peinado punk. El albergue tiene 20 años de fundado y está regentado por Mariza. 
Cada habitación tiene el nombre de un templario famoso: 1 Godofredo de Bisol, 2 Hugo Rigaud –la que me toca-, 3 Godofredo de Saint-Omer, 4 Thibaud Gaudín, 5 Payen de Mondidier.
Para decorar el albergue usan símbolos templarios: la cruz templaria y la piedra central de arco de puerta.
Es un gustazo escuchar el escándalo de los pájaros en el patio. Ellos lo han convertido en un oasis en medio de un paisaje tan agreste.
Entre las ventajas del albergue se encuentra el poder usar secadora, así que no me arriesgo a que me pase lo del día anterior y pago para usarla.
En el grupo de peregrinos que comparten el lugar está la ecuatoriana y veo que usa la franela que le regalé para aligerar mi mochila. Esta franela la compré en Quito cuando fui a recibir un premio de fotografía de la ONU, tenía estampada una reproducción de una pintura de un famoso pintor ecuatoriano, Oswaldo Guayasamín.
Durante el día pude comer cruasán, pan con tortilla de chorizo, cerveza, coca cola, helado, café y torta. Gasté 10 euros en la cena, 7 euros por la cama, 4 euros por la secadora y 3 euros en un café con torta.
Tomo nota para aumentar el kilometraje recorrido para poder cumplir la meta de llegar a Santiago antes del 25 de octubre. También debo administrar los menguados euros que me quedan, no puedo confiarme en la tarjeta de crédito dado lo inestable de la situación de mi país con respecto al uso de las divisas en el extranjero.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Día 5 - Fromista a Carrión de los Condes – 19,5 Km.



Por @Joaquin_Pereira

Mientras el mundo descansaba el domingo 6 de octubre de 2013 yo seguía caminando por el extraño camino de Santiago. Un camino donde hay que estar muy atento: todo está atado y bien atado, por lo que las pruebas, las experiencias y las señales te esperan en cada recodo.
Las primeras horas de la caminata las realicé junto con el español Juan Carlos y con una muchacha israelí cuyo nombre comenzaba por T. La chica era un poco odiosa pero estaba encantada con Juan Carlos. En un pequeño pueblo donde nos detuvimos a comer la chica se cayó estrepitosamente y se golpeó la rodilla, haciendo su compañía aún más molesta.
Tener el tiempo justo para llegar a Santiago me hizo aprender una lección difícil pero muy importante: debes seguir tu propio ritmo. No puedes atrasar tu tarea por el apego a tus amigos, ni retrasarlos a ellos si estás lastimado y no puedes avanzar rápido.
Tuve que dejar a Juan Carlos y a la israelí y seguir solo: fue un momento crucial y muy liberador. Juan Carlos luego tomó un atajo y me alcanzó para despedirse y quedarse en una posada para recuperarse de una gripe pertinaz que no lo abandonaba. Yo tenía que seguir adelante para alcanzar mi objetivo del día: Carrión de los Condes.
Los paisajes de la jornada fueron hermosos: una mezcla de soledad y paz, llena de alegría. Hoy puse mis pies en un río limpio, parecía que estaba en un sueño o una película. Durante el trayecto escuché la música de Pablo Alborán, me motivó a caminar.
Al detenerme por un café los que me sirvieron sólo hablaban de una cosa, la crisis en España: no hay empleo en construcción, decían. Creo que lo mejor que le puede pasar a los españoles es la crisis económica para moverlos de su estado petrificado.
Cuando llegué a Carrión de los Condes me registré en el albergue de las clarisas –Convento de clausura de santa Clara -. Compré un rosario con la cruz de Santiago y me dieron sábana y cobija: yeah ☺. Pude darme un baño para recuperarme del cansancio de la caminata y lavé ropa.
En el albergue estaba un peregrino danés que había visto varias veces los días pasados: me dijo que estaba haciendo el camino luego de haber tenido una desavenencia con su esposa.
Fue bueno hacer un esfuerzo y llegar a un poblado más grande pues pude retirar 150 euros de un cajero automático y comer un buen almuerzo: pedí una Tabla mixta por 45 euros. En el restaurante todos estaban sorprendidos por verme comer solo un plato que comúnmente se comen cuatro personas: el esfuerzo de los pasados días me hizo devorar todo de un tirón.
Luego de tomar una siesta para hacer la digestión del almuerzo fui a buscar un café y vi que varios peregrinos estaban en la iglesia. Entré y participé de una misa especial. 
El padre nos dio la bendición a cada uno imponiendo sus manos en la cabeza y haciendo la señal de la cruz en la frente: sentí una calidez muy bonita, el cura transmitía felicidad interna. 
Durante la bendición unas monjas cantaron y tocaron la flauta: luego nos regalaron una estrella de cartulina pintada con marcadores de cera.
Yo quiero tener esa felicidad, pensaba: ¿cómo la obtengo o la vivo sin ser cura?,¿el mundo de hoy me brinda esa felicidad? La bendición del cura es como una vela encendida en un mundo frío.
Luego de la misa le pregunté el nombre al sacerdote, se llamaba Julio. Me gusta sentir humanos a los otros y no sólo parte de una maquinaria.
No creo que me meta a cura pero necesito sentirme conectado con Dios y liberado de lo que he llamado el mundo frío: criticar a los otros o hablar mal de ellos. Quiero vivir en un mundo cálido: aceptar a todos con una sonrisa pese a que te desprecien.
De retorno al alberge me topo con una publicidad de un banco con modelos perfectos “de photoshop”. Eso me hace pensar en la importancia de la existencia de monjas de clausura. Son el equilibrio al mundo frío. Veo que ellas guardan un secreto, son más felices que nosotros, los que vivimos (?) en el mundo frío: ellas conservan encendida una llamita, Dios en la tierra.
Antes de dormir pude sentarme en una sala del convento a leer el libro Mágica Fe de JJ Benítez que me traje en la mochila, pese al peso extra. También leí algunos papeles colocados en el lugar: en uno de ellos se hablaba que para ser santo y ser feliz hay que abandonarse a la voluntad de Dios y de la Virgen.
Como objetivo para el día siguiente tengo planeado llegar a un albergue templario. Ya en la cama me doy cuenta que me duele una rodilla, quizá por usar el bastón sólo del lado derecho. Tomo nota para cambiar de mano el bastón para equilibrar el peso del cuerpo. El camino sigue dándome lecciones: siento que va entrando dentro de mi alma ensanchándola.


martes, 23 de septiembre de 2014

Día 4 - Castrojeriz a Fromista – 25 Km.





Con cantos gregorianos nos despertaron los hospitaleros del albergue del Resti en Castrojeriz el sábado 5 de octubre de 2013. Nos brindaron café y fruta. 
Durante mi recorrido por el camino de Santiago encontré peregrinos que me acompañaron en algunos tramos y compartimos en los albergues. 
Cada uno de ellos me brindó una lección de vida particular. Algunas veces llegué a pensar que eran santos o ángeles que se hacían pasar por humanos para ayudarme.
Uno de ellos lo conocí este día: Juan Carlos es un trabajador social de personas con discapacidad proveniente de Madrid. Lo asocié con el arcángel Miguel.
Cuando llegué a Fromista me instalé en el albergue municipal y volví a lavar ropa. Tomé una siesta para recuperarme del cansancio producto de la caminata y luego salí a dar una vuelta por la localidad. 
Fui a un abasto y me apertreché de viandas para comer en la noche y en el desayuno del día siguiente. Luego visité una iglesia románica dedicada a san Martín. 
En el albergue leí una cita que me hizo reflexionar sobre las personas que nos vamos encontrando en la vida: 
“Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere”, Elbert Hubbard.


lunes, 22 de septiembre de 2014

Día 3 - Hornillos del camino a Castrojeriz – 21 Km.





El viernes 4 de octubre de 2013 me di cuenta de una costumbre de algunos peregrinos: se levantan antes de la 6 para iniciar la caminata, aunque los albergues permiten quedarse hasta las 8. Es una costumbre que se justifica en verano cuando es vital aprovechar algunas horas de oscuridad para adelantar kilómetros antes que la candela del sol haga imposible seguir adelante. Pero en otoño, eso de levantarse tan temprano me perece una rutina más que la gente hace “porque así se hace”… como tantas cosas que haces sin pensar en el mundo que se deja en pausa cuando te embarcas en el Camino de Santiago.
Me alisté rápidamente e inicié la salida del pueblo cuando a varias cuadras del albergue me percaté que estaba caminando con las zapatillas de descanso y había olvidado las botas. Regresé y las conseguí en el cubículo donde las dejé el día anterior, como parte del ritual del peregrino para acceder a las habitaciones.
Durante mi jornada caminé solo y me tocó utilizar poncho por lluvia. En un recodo del camino me topé con unas impresionantes ruinas de un edificio dedicado a San Antón. En sus orígenes las murallas tenían varias aberturas donde se brindaba alimentos a los peregrinos. Hoy están selladas y los caminantes acostumbran dejar allí mensajes y peticiones al santo: Yo escribí pidiendo por el alma de mi gata Miguelina que se había ido recientemente; por Miguelito, mi gatito que acostumbraba ausentarse de casa; y para que el santo me ayudara a escribir mi novela El código Pessoa.
Al lado de las ruinas hay un riachuelo donde pude limpiar las botas del fango que acumularon producto de la lluvia. Dentro de las instalaciones hay una pequeña oficina donde pudo comprar un libro con el significado de distintos tipos de cruces, una cruz tao y otro impermeable.
Más adelante en un pueblito llamado Hontanas pude comerme un bocadillo y conectarme a Internet. Llegando al final de la tarde a Castrojeriz –poblado intermedio entre pueblo y ciudad- me inquieté un poco al enterarme que el albergue municipal estaba cerrado por falta de agua y duré un buen rato con dar con otro albergue económico: la casa era la número 7. 
Resti, el creador de la posada, dedicó los últimos 14 años de su vida a brindar albergue a los peregrinos del Camino de Santiago. Hoy en día grupos hospitalarios voluntarios se turnan cada 15 días para atender a los caminantes.
El recinto contaba con mini bateas y una centrifugadora así que pude lavar algo de ropa. Luego hice un recorrido por los alrededores y me encontré con un peregrino francés que escribía un blog sobre el camino, me dijo que tenía pensado visitar Venezuela pero el viaje se había cancelado por los problemas políticos que atravesaba el país.
Antes de dormir medité sobre la jornada y tomé nota en la importancia de llegar temprano a los poblados para hallar puesto en los alberges. Registrarse a las 3 de la tarde en otoño es una buena hora de llegada. 
Este día aprendí cómo el tamaño de las localidades afecta a las personas que los habitan; mientras las grandes ciudades los deshumanizan y los pequeños pueblos los deprimen, los poblados intermedios son más equilibrados: mantienen el empuje de las innovaciones sin perder la calidez en el trato. 

jueves, 18 de septiembre de 2014

Día 2 – Burgos a Hornillos del camino –18.5 Km



Por @Joaquin_Pereira 

Antes de salir el sol del 3 de octubre de 2013 ya estaba levantado y listo para iniciar mi primera jornada de caminata. Como acordé el día anterior me reuní con el japonés-brasilero para que me ayudara a encontrar a la mejor amiga del peregrino: la flecha amarilla.
Dentro de la ciudad de Burgos, la señal cambia por una concha plateada empotrada estratégicamente en las calles por donde deben transitar los caminantes.
Por haber caminado sin medias ayer en mi visita a Burgos, tuve una primera ampolla que durante la noche se curó, pero tomé buena nota para que no me ocurriera lo mismo más adelante. 
Al tener varios minutos caminando me doy cuenta que debo aligerar el peso de mi morral y evitar dejar objetos guindando que me molesten. 
El japonés-brasileño tenía como meta recorrer 40 Km diarios porque luego de llegar a Santiago quería seguir hacia Portugal. Por lo que avanzando el día tuvimos que despedirnos. 
No sé qué gusto tiene hacer un camino a toda velocidad como si fuera un rally. Se supone que debería ser un espacio que ayude a la reflexión interna. Y esa es una de las primeras lecciones que obtuve del camino: cada uno debe seguir su propio ritmo.
En un café me conecté a Internet: el cordón umbilical con mi “vida anterior al camino” aún no quería romperse. 
El paisaje del día mayoritariamente fue de campos solitarios con algunas elevaciones.
El albergue de los Hornillos es más sencillo que el de Burgos. Se encuentra al lado de la Iglesia del pueblo. Como me daría cuenta con el transcurso de los días: los cementerios de los pueblos pequeños estaban adosados a su principal iglesia: ¿una forma de estar más cerca del cielo? Me recordó de alguna forma a los faraones egipcios. 
Mi comida en la jornada consistió en croissant, naranja, maní, atún y pan.
Recorriendo las pocas calles que conforman al pueblo me doy cuenta que lo que abunda es el viento… viento que espantó a los jóvenes.
Calculando la distancia que me separa de Santiago tomo nota que debo hacer más kilómetros diarios por lo que debo aligerar mi peso del morral: dejaré en el albergue la manta, el pijama, medias, papel tualé y franela.
Después de lo “opulento” de Burgos, lo “humilde” de Hornillos fue shockeante. Comprendí que lo más importante en Hornillos del Camino era yo: no hay distracción para que trabajes en ti mismo.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Día 1 – Llegada a Burgos



Por @Joaquin_Pereira

El día de San Miguel arcángel –domingo 29 de septiembre de 2013- partí de Caracas a Madrid. Lo tomé como buen augurio y me sentí protegido para iniciar la aventura.
Tuve una escala en Roma donde perdí el avión de la conexión: el aeropuerto es muy grande y hay que correr una gran distancia. Lo bueno es que la aerolínea me brindó el almuerzo.
Afortunadamente mi vuelo entre Madrid y Roma no fue el del Airbús A320 de Alitalia que sufrió un aterrizaje forzoso el mismo día de mi arribo a la ciudad de las 7 colinas – lunes 30 de septiembre de 2013.
Utilicé el martes 1 de octubre para descansar en Madrid, obtener la credencial del peregrino con la cual tener acceso a los albergues, poner en resguardo parte de mi equipaje en casa de amigos y hacer algunas compras estratégicas: medias especiales para caminatas, sales hidratantes y sistema para llevar agua durante el trayecto en el morral.


Día 1
A las 8 de la mañana del miércoles 2 de octubre tomé un tren de Madrid a Burgos con la vestimenta y el equipo que me acompañará durante el trayecto: ya soy un peregrino con toda la estampa. Ahora sólo queda caminar hacia adelante… no hay vuelta atrás.
Al arribar a Burgos almorcé en la estación del tren. Luego caminé hasta la catedral siguiendo el río, gracias al consejo de un lugareño.
Me conseguí con una peregrina que desertó de hacer en esta oportunidad el camino por gripe: “ya lo he hecho otras veces”, dijo. Me ayudó a conseguir el albergue en la casa #28, cerca de la catedral.
Como a la 1pm abrían el albergue a los nuevos peregrinos, encontré a un grupo nutrido de ellos en la calle esperando. Tenían algunos ya 11 días caminando.
Un joven que también iniciaba el camino no tenía pasaporte de peregrino. Le dijeron que podía pedir uno en el mismo albergue.
Cuando permitieron el acceso me otorgaron la cama #6 por 5 euros: se trató de la parte superior de una litera en un salón de ellas. Como parte del servicio el albergue tenía lavadora que funcionaba con monedas.
Entre los peregrinos encontré varias nacionalidades: a una ecuatoriana de nombre Nancy le presté un roll on de Dencorup para un dolor muscular que tenía. También había peregrinos de Alemania, Francia, Brasil, Austria y México.
Una familia mexicana que hacía el camino en grupo me invitó a compartir su almuerzo. Ya lo habían hecho antes y me hicieron sentir que iba a encontrar las personas adecuadas durante el trayecto para lo que necesitase: sólo debía estar receptivo a recibir apoyo.  
Luego de instalarme fui a dar un recorrido por Burgos antes que anocheciera. Visité un museo privado sobre la historia del libro; tomé dos cafés por 2 euros cada uno y una cerveza por 2 euros.
Finalmente me acerqué a visitar la catedral de Santa María, cuya construcción se inició en 1221 y que preserva el sepulcro del Cid campeador.
El cajero de la visita a la catedral dijo que el descuento era para quien comenzó el camino en Francia: ¿qué sabe él de mi camino y mis llagas? Tuve que pagar entonces 7 euros.
En la catedral hay una figura de Jesús con pelo natural – que no logré ver. Lo que si vi fue un cofre suspendido en el techo de una de las capillas y que correspondía a una leyenda atribuida al Cid campeador.
Mientras visitaba la catedral, que en realidad es un portaviones de capillas, pensé en que se podría escribir una novela histórica cuya trama se desarrollé en parte en ese extraordinario lugar.
Para continuar con mi colección de réplicas de espadas compré por 3 euros una miniatura de una de las del Cid, la llamada Colada; la otra se llamaba Tizona.
De regreso al albergue decidí detenerme a cenar y me encontré con un peregrino brasilero de familia japonesa que me invitó a iniciar la jornada siguiente con él a partir de las 7am. La cena costó 10 euros.
Lo más importante de este día fue entrar en el proceso habitual de acceso a los albergues, conocer la rutina de los peregrinos y sobre todo darme cuenta de la existencia de una especie de periódico boca a boca que te va informando de las claves del Camino de Santiago: sólo hay que saber escuchar.