viernes, 3 de octubre de 2014

Día 13 - Astorga a Rabanal del Camino – 20Km.





Antes de salir de Astorga el lunes 14 de octubre de 2013 hice un mercado de 20 euros en comida que me sirvió para despreocuparme por mi alimentación en los próximos días pero sumo kilos al morral.
Hay tramos del camino que se parecen al purgatorio, no son malos pero sirven para trabajar con nuestras emociones más densas. No me pude librar esta vez de la lluvia, la cual cumplió con su doble función de limpieza espiritual y de prueba de resistencia.
El paisaje cambió en varias oportunidades: hubo algunos trayectos donde prevalecieron los pinos, en otros aparecían rejas llenas de cruces puestas por los peregrinos y en otros sectores poca vegetación. Toparse con las rejas de cruces es muy impactante, es una especie de recordatorio de que la muerte puede encontrarte en cualquier esquina y no puedes librarte de ella.
Repartí la comida del día de la siguiente forma: para el desayuno comí chocolate junto con dos cafés que compré por 3.20 euros; en el almuerzo comí una de las ensaladas empaquetadas que compré en la mañana y una naranja; en la noche despaché una nueva ensalada de pote con una sopa china, de esas que se preparan con sólo echarle agua caliente. Las naranjas son todo un hallazgo durante el camino: prácticas de llevar, cortan la sed rápidamente y sacian el hambre. 
Me asustó un poco ver como el sol corría hacia su ocaso y aún no llegaba a Rabanal del Camino. Cuando finalmente lo hice llegué exhausto. 
Escogí el albergue de Pilar, y me recibió Chuo. Empecé a darme cuenta que en los albergues privados tratan mejor al peregrino que los municipales, donde los funcionarios parecen que sus almas fueron extraídas de sus cuerpos dejándolos como zombis. 
Observé que la recepción del recinto de Pilar tenía una pared decorada con billetes de varios países y retribuí el buen trato de Chuo regalándoles un billete de 100Bs.  
Como en ocasiones anteriores con sólo instalarme, darme un baño y tomar una corta siesta, las fuerzas retornaron a mi cuerpo y quise dar una vuelta por Rabanal del Camino, un pueblo muy pequeño con una iglesia de piedra regentada por monjes.
Cuando me acerqué a una tienda de la iglesia un cura me invitó a hacer una lectura en las vespertinas que celebran a las 7pm.  Otros peregrinos lo hicieron en alemán, inglés y francés. Los monjes hicieron las lecturas cantadas al estilo gregoriano. Sobre el altar de la iglesia había un extraño símbolo parecido al de Venus con tres círculos concéntricos.


Al finalizar las vespertinas nos invitaron a volver a las 9:30pm para recibir una bendición especial para los peregrinos. Cuando culminé tuve miedo de no encontrar el albergue abierto pero la puerta no estaba cerrada cuando retorné.
Durante el camino he venido trabajando el miedo a la muerte y las cruces que encontré en esta jornada me lo recordaron. Una idea venía siempre a mi mente cuando pensaba en el tema aunque aún no sé cómo interpretarla completamente: algo en mi interior me decía “no seas tonto, la muerte es una farsa, sigues vivo sin tu viejo cuerpo, eso es todo”.


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